El movimiento estudiantil en contra de ALCOA en abril de 1970, es sin duda alguna uno de los acontecimientos más recordados y rememorados entre la comunidad universitaria. Toda persona que haya pasado por un aula de Estudios Generales, o por la Plaza 24 de abril en la Universidad de Costa Rica, se habrá enterado de aquellas masivas manifestaciones estudiantiles frente a la Asamblea Legislativa. El joven historiador Randall Chaves Zamora plantea una interrogante fundamental, de la cual parte su libro: por qué, si este es el acontecimiento más rememorado por el movimiento estudiantil costarricense y por muchos de sus líderes, existen tan pocas investigaciones dedicadas a analizarlo a profundidad, y en especial, por qué la subjetividad de ese pasado, contenida en la memoria de quienes protestaron en 1970, nunca ha sido objeto de estudio.

El abordaje de esta interrogante fundamental, le permite a Chaves incursionar y profundizar en temáticas muy poco exploradas en la historiografía costarricense, como las juventudes y movimientos juveniles de las década de 1960 y 1970, la construcción de la juventud como actor sociopolítico en Costa Rica, la memoria y los relatos de uno de los eventos políticos más recordados, como son las protestas contra ALCOA, así como en una importante discusión (que se ha dado en países del Sur y Norte de América, y Europa) sobre el género y la memoria de los movimientos juveniles de la década de 1970 .

En este libro, Chaves analiza minuciosamente la construcción de un relato generacional, pero no de cualquier generación. Como muy bien señala el autor, esta es una generación que se insertó con éxito en diversos espacios de las esferas estatales y de poder político, y ha sido desde esas tribunas que construyó su propio relato de su pasado y se aseguró que este se volviera “oficial”, cargado de festividad alrededor de la rebeldía y las hazañas juveniles, pero también de olvidos y silencios. Es en este punto que Chaves ubica otro problema central: ¿Cómo sus creadores lograron transmitir ese recuerdo e intentaron convertirlo en un punto de referencia obligatorio para comprender las identidades juveniles del país?

Como mencionamos, si bien en el norte y sur del continente, así como en Europa, encontramos corrientes destinadas al estudio de los movimientos juveniles de la década de 1960, existen pocos o escasos estudios sobre las juventudes de las décadas de 1960 y 1970 en Centroamérica fuera del foco de la actividad guerrillera, y en especial sobre sus impactos en la cultura política de la región. Para el caso costarricense, de forma reciente Molina y Díaz (2018) impulsaron esta temática con la compilación de diversos trabajos que analizan a las juventudes costarricenses del siglo XX, su agencia como actor sociopolítico y su papel en la esfera pública, sus formas de organización, su construcción como consumidores culturales, su inserción en el sistema educativo y la generación de políticas estatales hacia este sector de la población.

Y es que como indican Pozas (2001) y Rey Tristán (2002), en la segunda mitad del siglo XX la juventud se constituyó en América Latina como categoría social, política y cultural, portadora de una identidad propia, y como un sector poblacional agrupado por problemáticas en común. Chaves ubica a ese contexto regional como un factor explicativo, y plantea que la atención que recibió “la generación ALCOA” fue posible gracias a que en ese momento las juventudes estaban  experimentando un proceso de redefinición de sus identidades, y en ese marco, surgió una preocupación desde los sectores políticos institucionales por atender a ese actor emergente.

Este libro también entra en sintonía con trabajos como el de Frazier y Cohen (2003), quienes a partir del caso del movimiento estudiantil mexicano de 1968 profundizan en el estudio de las juventudes radicalizadas en América Latina durante la década de 1960, en su mayoría, compuesta por estudiantes de las principales universidades públicas e instituciones de educación secundaria de la región, llamados a convertirse en las élites políticas, culturales y económicas de sus respectivos países. Es por esto que las autoras consideran que estas fueron rebeliones mayoritariamente de los hijos e hijas de las clases medias en ascenso, y de las élites. Este patrón es particularmente visible en figuras icónicas de esta generación, tales como Ernesto “El Ché” Guevara y Fidel Castro. Asimismo, complejizan las narrativas y las memorias dominantes de estos movimientos, al introducir al género dentro del análisis de estas, poniendo así en evidencia que esta memoria ha sido construida esencialmente desde las experiencias de los liderazgos masculinos, desplazando otras experiencias a planos menores y al olvido, lo que ha impedido dimensionar por completo las profundas transformaciones culturales que estos movimientos dejaron en el entramado social y político latinoamericano.

En este sentido, al analizar el caso de la organización político militar argentina “Montoneros”, Garrido y Schwartz (2008) plantean que la exclusión generalizada de las mujeres de los puestos de liderazgo y toma de decisiones en las organizaciones políticas revolucionarias latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX, no refleja automáticamente una ausencia de participación de las mujeres en estas organizaciones, sino más bien una cultura política en la que las mujeres y sus formas de participación fueron y son sistemáticamente desvalorizadas y minimizadas, siendo los valores y prácticas tradicionalmente asociados a la masculinidad las que definen la militancia y el activismo político en términos hegemónicos, así como su memoria.

Así, el trabajo de Chaves se inserta de manera muy elocuente en estas líneas de discusión, de amplia trayectoria en América Latina, pero escasamente abordadas para Costa Rica y Centroamérica. Chaves demuestra cómo desde sus tribunas, en universidades, poderes de la República, e instituciones públicas en general, los líderes de ALCOA crearon una ficción masculina de ese proceso, resaltando el rol de los liderazgos y la osadía de sus acciones, particularmente enfrentando a la policía en las calles de San José. Este es sin duda uno de los aportes más relevantes de esta obra. Tal como dice su autor, es fundamental pensar en aquello que no se recordó.  Y una vez más, aquello fueron las mujeres de ALCOA, sus aportes y su acción política, que en su mayoría transcurrió fuera de las cámaras y los micrófonos, producto de los patrones patriarcales de la época. Esta obra rescata su agencia, discute esos olvidos y silencios selectivos, presentes en los relatos de quienes se reivindicaron como los líderes de ALCOA.

En este proceso, Chaves pone en primer plano a activistas como Iris Navarrete Murillo, representante estudiantil de Ciencias Políticas y estudiante avanzada de Derecho, integrante de la Juventud del Partido Liberación Nacional, quien jugó un rol fundamental en el estudio inicial del contrato de ALCOA y en convencer al movimiento estudiantil universitario para movilizarse en contra del mismo. Figura olvidada e invisibilizada en las memorias masculinas de ALCOA.

Es por todo esto que el tipo de planteamientos y preguntas que guían el trabajo de Chaves son fundamentales para el estudio no solo de los movimientos estudiantiles, sino en general de los movimientos revolucionarios latinoamericanos surgidos luego de la década de 1960, ya que si no se introduce la categoría de género al análisis y estudio de los mismos, se corre el riesgo de reproducir sesgos que impiden dimensionar la acción política y cultural de los mismos en su plenitud, así como de perder de vista componentes de la praxis política concreta de los actores históricos, que no necesariamente calzan con las visiones hegemónicas de militancia y política, definidas desde la masculinidad.

Por otro lado, de forma muy acertada Chaves discute ampliamente el mito, construido por los voceros del ALCOA, alrededor de la falsa idea de que ninguna otra generación juvenil ha dejado una huella significativa en los movimientos y la historia política nacional después de ALCOA, y de que generación tras generación, hemos visto únicamente ejércitos de jóvenes carentes de rebeldía, inquietudes políticas e iniciativa.

En este sentido, y siguiendo con las provocaciones que nos hace esta obra, es fundamental interrogarnos por lo que aún se invisibiliza. No solo fue fundamental el rol de las juventudes en contra de la guerra en Centroamérica en la década de 1980, y en las brigadas de solidaridad con el pueblo nicaragüense, así como en las luchas por el presupuesto universitario en 1990, en contra del Combo ICE en el 2000, contra RITEVE en el 2004 y en contra del TLC entre el 2004 y 2007. La juventud costarricense sigue siendo portadora de una radicalidad y de un repertorio de ideas que confrontan las más apremiantes injusticias de cada época.

Actualmente, salta a la vista el rol de las jóvenes estudiantes universitarias en los movimientos en contra de la violencia estructural y sistemática hacia las mujeres y por el aborto legal, fundamentales para democratizar las sociedades latinoamericanas, así como en las más importantes movilizaciones recientes del activismo estudiantil, como el movimiento en contra de los recortes al FEES en el 2019.

Claramente las agendas de lucha y expresiones organizativas del movimiento estudiantil actual se han transformado, no son las mismas de hace una, dos, tres o cuatro décadas. No obstante, las recriminaciones alrededor de la pasividad de las juventudes de hoy en día no cesan, por lo general provenientes de generaciones anteriores, que consciente o inconscientemente buscan imponer una única forma de acción y un único repertorio de reivindicaciones posibles, e incluso una única estética de la rebeldía. Y no es extraño observarles correr para apagar las llamas del activismo estudiantil cuando estas se desbordan por cauces que no se consideran como los “adecuados”.

Así, como toda buena investigación, el libro de Chaves contribuye a pensar en un amplio repertorio de líneas de investigación posibles sobre los movimientos juveniles de la segunda mitad del siglo XX, e inicios del siglo XXI, así como novedosas perspectivas metodológicas y teóricas para abordarlos, por lo que sin duda se vuelve una lectura ampliamente recomendada.

Bibliografía
Chaves Zamora, R. (2021). Rebeldía en la memoria. El movimiento estudiantil contra ALCOA (Costa Rica, 1968-1970). San José, EUNED.
Frazier, L.J; Cohen, D. (2003). “Defining the Space of Mexico ´68: Heroic Masculinity in the Prison and ‘Women’ in the Streets”. Hispanic American Historical Review 83 (4), 617-660.
Garrido, B.; Schwartz, A. (2008) “Las mujeres en las organizaciones armadas de los 70s. La militancia en Montoneros”. Revista Género 8 (2), 103-128.
Molina, I.; Díaz, D. (2018). La inolvidable edad: Jóvenes en la Costa Rica del siglo XX. Heredia, EUNA.
Pozas, R. (2001) “El quiebre del siglo: los años sesenta”. Revista Mexicana de Sociología 63 (2), 169-191.
Rey, E. (2002). “Movilización estudiantil e izquierda revolucionaria en el Uruguay (1968-1973)”. Revista Complutense de Historia de América 28, 185-209.