Los jóvenes metaleros, en el año de 1992, cantaron sus conflictos, lo que produjo un escándalo (ruido ensordecedor) intolerable para los oídos de las autoridades. La presente reflexión remite al capítulo “Juventud satánica: el colectivo juvenil metal y el pánico moral de 1992 en Costa Rica” presente en la obra, La inolvidable edad. Jóvenes en la Costa Rica del siglo XX, (Iván Molina y David Díaz, eds. EUNA, 2018). Se exponen elementos relevantes de su explicación histórica, así como se hace hincapié en los aspectos musicales.
El sonido de la guitarra eléctrica, a partir de mediados del siglo XX y particularmente después de la década de 1960, refiere directamente a los jóvenes y a su rebeldía. Esta sonoridad fue la preferida por los jóvenes blancos de los suburbios estadounidenses que, a mediados del siglo XX, morían de bienestar material y aburrimiento; que vieron en el rockuna manera de expresar su descontento frente a una sociedad frívola, materialista y conservadora.
El rock, al adquirir popularidad internacional, adquiere a su vez una sonoridad estridente a nivel de guitarra eléctrica y un dinamismo frenético en su percusión de batería; lo que da paso a la metáfora sonora de heavy metal, o artillería pesada. En Costa Rica, hacia mediados de la década de 1980, la música metal da sus primeros pasos en el Valle Central; donde es escuchada e interpretada por jóvenes de sectores acomodados y paulatinamente permea a los sectores trabajadores, que expresan en el metal un descontento de clase.
La manifestación cultural metal deja su huella en una juventud plural que, como se demuestra en la obra, La inolvidable edad. Jóvenes en la Costa Rica del siglo XX, ha experimentado transformaciones importantes, en ámbitos diversos como los rituales de género, la protesta y el consumo cultural. Esta manifestación cultural metal que origina un colectivo juvenil (forma abierta de sentir y expresar pertenencia), deja su marca en el proceso cultural reciente, al haber generado una intensa reacción social adversa; y al posicionarse como un parteaguas en la historia de las culturas juveniles en Costa Rica.
El concierto Cráneo Metal IV, realizado el 31 de mayo de 1992 en el barrio josefino denominado “Quesada Durán”, desató una persecución en contra de los jóvenes metaleros y sus manifestaciones culturales, así como un intenso debate que duró hasta agosto de ese año. Este fenómeno social ha sido conceptualizado como “pánico moral” (Stanley Cohen, 1972): periodo corto de intensa ansiedad social, que define a un sector como amenaza moral y que crea mecanismos de contención ante esta.
La contención moral estuvo a cargo de autoridades políticas y eclesiásticas, y de periodistas conservadores; que por medio del sistema de control social y el discurso en prensa, satanizaron al colectivo juvenil metal. Y en la corta duración se impuso el silencio a las actividades musicales metal.
Se demuestra que la sociedad costarricense escuchó en la música del colectivo juvenil metal su crisis. La reestructuración del proyecto hegemónico genera ansiedad social. En las últimas décadas del siglo XX, se instaura del modelo económico neoliberal, el bipartidismo (1982-2002), la desigualdad de clases y el auge del neoconservadurismo. De manera que los jóvenes metaleros fueron percibidos como el ápice de un fenómeno generalizado de descomposición social.
Este pánico moral permite observar rupturas en lo musical, con el surgimiento de bandas de black metal que presentan un discurso anticristiano y una simbología demonológica popular, y en la experiencia social de los jóvenes, puesto que se deja atrás la “década perdida”. Sin embargo, manifiesta una continuidad en el discurso hegemónico, que reprime al colectivo juvenil metal con mecanismos propios del anticomunismo de la segunda mitad del siglo XX.
Un último punto de importancia que se demuestra en esta coyuntura del pánico moral, es que la defensa de la moral es promulgada por un sector neoconservador en ciernes; que considera que el Estado debe defender y promover la moral (cristiana). El neoconservadurismo establece vínculos con los sectores neoliberales. Las instituciones religiosas y sus agentes, católicos y evangélicos, legitiman las políticas económicas del modelo neoliberal, siempre y cuando estos sectores permitan y faciliten desde el Estado el control cultural. Se reestructura, entonces, el proyecto hegemónico contemporáneo; mas, en la actualidad (primeras décadas del siglo XXI) se debe hacer mención al multipartidismo y la ausencia de lealtad político-partidista.
Esta breve reflexión sobre el pánico moral de 1992 busca poner de relieve la importancia historiográfica de las juventudes y la pertinencia de la música en la explicación histórica. Senderos de investigación que esperan ser recorridos.
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